Por Jesús M. Herrera A.
Aprovecho la oportunidad para exponer aquí algunos párrafos, que nos ayuden a valorar nuevamente lo concerniente a esta fiesta tan importante para los católicos de México, como es la del 12 de diciembre, día en que recordamos el acontecimiento de la aparición en el Tepeyac, de la Madre de Dios, bajo la advocación de Guadalupe.
Recordemos que la evangelización, por la cual se hace de América un continente católico, llegó a través de los españoles, liderados por Colón. Luego llegan los españoles a México, comandados por Hernán Cortez.
El trabajo evangelizador en América, y particularmente en México, no fue –y ni ha sido– nada fácil: existieron muchos problemas que no es fácil tratarlos, son problemas incluso controversiales, donde hubo religiosos que defendieron a los naturales de la violencia con la que se les llegó a tratar, en aquellos años en que se cristianizaba a los naturales de México.
María de Guadalupe juega un papel muy importante para comprender que por sobre todo, Dios es quien actúa ante la gran dificultad de poder hacer que se lograra una paz entre nativos y españoles; es que humanamente hablando, hemos de reconocer, que la consecución de esa paz era poco menos que imposible.
Por lo anterior es que tiene su importancia María de Guadalupe, porque por su aparición es que comenzaron a ganarse más tiempos y espacios, precisamente, de paz; la religión católica era, entonces, un auténtico vínculo, para comenzar a construir una fraternidad cristiana, misma que, dicho sea de paso, llegó a inspirar un nacionalismo, pues es algo que atestiguamos cuando Hidalgo usó un estandarte guadalupano, significando que Guadalupe era quien unía al pueblo.
La Virgen María a través de la imagen de la guadalupana es un icono primero que nada. El icono es algo que unifica. La palabra símbolo significa, etimológicamente, conjunción, y así está coincidiendo con el significado o, mejor dicho, con la razón de ser del icono: que es la de poder ver el todo en la parte.
Si aplicamos estas nociones (las de icono y símbolo) a la imagen de Guadalupe, esto supone ver a través de Ella, que ya no irán por un lado los indios y por otro los españoles; pues el mestizaje se da, sí, biológicamente, pero sobre todo culturalmente hablando, se podrá ver el todo de México como una amestizamiento, gracias al acontecimiento guadalupano. En Guadalupe vemos conciliadas las razas, vemos el ideal de una nación inspirada en la fraternidad que Guadalupe representa.
Es que el mestizaje en el ámbito de las relaciones interculturales, es lo que logra la tranquilidad de los pueblos. Cuando se ha logrado el mestizaje se rompe con el mito de la raza pura o superior, por esto es que el mestizaje nos va dirigiendo para lograr la fraternidad y la solidaridad.
Ahora bien, puede leerse aquí un acontecimiento en clave de auténtica justicia y de auténtica liberación. Es así, entonces, que Guadalupe se presenta como un icono de justicia y liberación en el México novohispano. Es que el Dios de misericordia y justicia no se materializaba entre los evangelizadores, dado que prevalecía más la opresión y entonces el Dios de justicia y libertad sólo era para los conquistadores, difícilmente se veía a un Dios cercano al indio. Veamos lo que nos dice la Iglesia:
No podemos dejar de reconocer que en los anhelos más profundos del corazón humano están el ideal de la justicia y de la libertad para todos los hombres. Además de este dato antropológico, no debemos ignorar que desde la época virreinal encontramos antecedentes de esta promoción humana en los grandes evangelizadores y pensadores, que sin duda forjaron y alentaron en muchos hombres estos anhelos. En este marco histórico complejo, interpelados además por las graves circunstancias sociales, políticas y económicas de esa época previa a la Independencia, se fueron conformando las condiciones de un movimiento libertario, vinculado a la identidad nacional y en ella al Acontecimiento Guadalupano. Todos estos elementos fueron sumándose y traduciéndose en una búsqueda colectiva para instaurar la justicia y la libertad en una sociedad mestiza[1].
Así las cosas, Guadalupe se presenta precisamente como la Madre de Dios cercana a todos (Guadalupe no sólo es mexicana, también es hispánica y americana), hablándoles a cada raza en su lenguaje, y presentándose con los rasgos de ellos, en franca apertura a quienes les llevaban la otra religión y la otra cultura.
Históricamente hablando, Guadalupe es signo de promesa y búsqueda de unión, aparece en tiempos de violencia en la Nueva España, y a partir de ella, se emprenderá un trabajo de unión y paz, que luego exigirá la consolidación de una nación. Se superará una visión negativa, por una positiva, la del mestizaje.
Por los antecedentes, y la importancia histórica de Guadalupe, es que cada 12 de diciembre, recordamos y renovamos nuestro compromiso de trabajo y oración por México, haciéndolo a la luz de un mensaje de solidaridad y fraternidad, de unión política y social, que se halla dibujado en la imagen de Guadalupe.
[1] Conferencia del Episcopado Mexicano, Carta Pastoral de los Obispos de México, Conmemorar Nuestra Historia desde la Fe, para Comprometernos Hoy con Nuestra Patria, ECU/Buena Prensa/DABAR/San Pablo, México: 2010, n. 11.
No hay comentarios:
Publicar un comentario