HACE 71 AÑOS… SALIÓ UN SEMBRADOR A SEMBRAR
Por Víctor Eduardo Barrios Escobedo
¡Praesto sum! Ha sido el grito que resuena desde hace 71 años en las voces de muchos seminaristas y sacerdotes que han formado parte de la gran familia del Seminario Diocesano de Tijuana. Son 71 años hechos historia, hechos vida. No es un simple aniversario más, ni es un alegre recuerdo de lo que pasó, es una historia que sigue siendo consolidada todos los días.
La historia de nuestro Seminario, como toda historia, está plagada de situaciones, acontecimientos, momentos de crisis y de alegría, y principalmente de personas que han gastado sus vida en afianzar con amor y entrega oblativa esto que hoy vemos como una realidad. Es una historia que clama por relatarse a sí misma, es una historia que exige no olvidarse, pero, ¿Cómo olvidar aquello que se manifiesta ante nuestros ojos?
¿Cómo olvidar que nuestra identidad como Seminario no surge al despunte del alba ni en el ocaso de este día? Hace 71 años que esta semilla sembrada por manos de Mons. Felipe Torres Hurtado fue colocada en tierras de Baja California. El 8 de diciembre de 1940, solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, como fruto de un gran impulso misionero, nace en Ensenada el entonces llamado Seminario Misional de Nuestra Señora de la Paz, siendo Mons. Felipe Torres vicario apostólico de la Baja California. El nacimiento de nuestro Seminario antecede y prepara la erección de nuestra Diócesis, que se da en 1964 con Mons. Alfredo Galindo y Mendoza como primer obispo de la naciente Iglesia de Tijuana. Con el surgimiento de la diócesis el Seminario se convierte en el Seminario Diocesano de Tijuana.
Naturalmente esta es sólo una parte de la historia, pero resulta particularmente importante recordarla, puesto que es el paso inicial, sin el cual, ningún camino puede ser recorrido. Faltan líneas para describir todo cuanto ha hecho a nuestro seminario ser lo que es: el especial esfuerzo y atención de Mons. Alfredo Galindo y Mendoza por dejar bases sólidas al Seminario; los años de consolidación y cambio de Mons. Juan Jesús Posadas Ocampo, de feliz memoria; la constante preocupación de Mons. Emilio Carlos Berlié Belaunzarán; y la presencia y oración asidua de Mons. Rafael Romo Muñoz, nuestro actual arzobispo.
Además, no se puede olvidar el esfuerzo, trabajo y entrega de tantos sacerdotes que fungieron como formadores y maestros, y que siguen orando por nosotros, unos al ofrecer su vida diaria como oración, y otros como seguros intercesores en el Cielo. Es un deber recordar y agradecer a las hermanas Oblatas de Santa Marta, quienes han servido con gran caridad y afecto a nuestra casa, así como a tantos laicos, hombres y mujeres, que dieron y siguen dando su vida por esta institución.
La historia de nuestro Seminario cobra un sentido especial cuando no lo vemos sólo como una institución más, sino como un signo esperanzador de la presencia de Dios entre nosotros. Concluyo con unas palabras de Mons. Salvador Cisneros con ocasión del 50 aniversario del seminario: «Escribimos la historia del Seminario para cobrar conciencia, para asumir nuestro momento, para proyectar nuestro futuro»
¡Praesto sum! 71 años de historia, más de siete décadas formando a los sacerdotes que son presencia de Cristo entre nosotros.
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